Su amor me cautivó

Su amor me cautivó

Conozco el evangelio desde que tengo uso de razón. Mi padre, quien sin querer queriendo comenzó una Iglesia hace ya muchos años en la humilde choza donde vivíamos, un día me predicó el evangelio, y me hizo consciente de la necesidad de salvar mi alma de la condenación eterna, recibiendo a Jesús como mi salvador personal y así lo hice. Cerré mi ojos, le Pedí perdón a Dios por todos mis pecados e invité a Jesús a mi corazón, desde entonces soy una nueva criatura.

Desde entonces mi vida no ha sido diferente a la de cualquier otro niño de la calle. Siempre era el niño malo, abusivo, egoísta y lascivo. Con  la única diferencia que yo iba a la iglesia, sabía muchos versículos bíblicos, escuchaba mensajes de la biblia cada domingo  y pensaba que era mejor que los demás. Nunca era un buen cristiano, más bien creo que era un mal cristiano, siempre mis acciones y mis pensamientos y mis deseos daban testimonio de que el mal estaba aún en mi vida y eso me hacía sentir hipócrita y un mentiroso.

Como quiera, la función tenía que continuar. No tenía la opción de escoger o de vivir mi vida como yo quisiera, era como que estaba destinado a eso. Yo era el segundo de siete hermanos e ir a la Iglesia no era una opción, más bien era una obligación.

Por otro lado a veces me sentía en el cielo, me sentía muy espiritual, me sentía noble y bueno, me sentía santo, me sentía amado, y aceptado por Dios, pero eso sólo duraba un momento, unas horas, quizás medio día, después todo seguía igual. La desazón, la carnalidad, la frustración embargaban mi vida. Un día recuerdo que fui a un retiro de adolescentes de tres días. Fue de lo más espectacular que experimenté como cristiano. Fue casi el cielo. Amigos que cantábamos por muchas horas sin cansarnos, chicas que sonreían muy espirituales, armonía, mucha diversión y mucha palabra de Dios. Cuando llegué a mi casa ese sábado todo volvió a la normalidad, la rutina diaria y el desazón me sacaron de mi sueño espiritual.

Yo Buscaba con ansiedad y dedicación esos momentos de santidad y de pureza, ayunaba, oraba, hacia vigilia, hacía penitencias, todo por querer lograr un poquito de cielo y santidad en mi vida, pero tan pronto como lo lograba desaparecía por el peso de la carnalidad. Recuerdo también que me memoricé todo el libro de Romanos para sentirme más espiritual y al final lo único que descubrí era que tenía buena capacidad para memorizar. Y así crecí, en la iglesia y en el mundo, creyéndome santo y sabiéndome pecador, tratando de ser bueno y fallando en el intento, en el cielo los domingos y en el infierno los demás días. Y crecí y crecí. El destino me hizo asumir roles en la Iglesia donde crecí y para el cual nunca estuve preparado. Con el tiempo asumí posiciones de liderazgo en mi pequeña Iglesia, siempre con la misma canción, un poco de santidad y mucho de carnalidad, alabando a Dios con mi guitarra los domingos, pero también cantando para el mundo y para deleitar mi carne, mis deseos, mis emociones. Predicaba en la iglesia los domingos, pero fuera de ella era casi un mundano más. Dirigía la alabanza con entrega y emoción, pero mi carácter nunca lo quise  someter al señorío de Jesucristo. Cuando tenía que explotar, explotaba y no me importaba a quién ofendía o a quién hería. No tenia consideración ni siquiera con mi madre. Mi cristianismo se reducía a no tomar, no fumar y no ir fiestas, menos al cine, pero mi vida era por decir lo menos la antítesis del evangelio.

Un día pensé que Dios se cansó de mí y de mis pecados, al menos eso me dijeron, y entonces decidí correr solo, decidí rodar, decidí huir. El peso del pecado , la vergüenza y la culpabilidad me obligaban a renunciar. No podía engañarme más. El evangelio no era para mí. No podía. Entonces corrí , corrí de Dios y me alejé de él. Apague su voz y probé el mundo y el sinsabor, me dejé llevar por la mundanalidad y la diversión. No más hipocresía, no más pedir perdón otra vez, no más fracasar, no mas Iglesia, no mas cantar y llorar. Me cansé, me cansé de jugar con Dios, me cansé de ofender su Santidad y decidí dejarlo tranquilo, a ÉL con su evangelio. Quizás ÉL un día vendrá a buscarme pensé, pero me olvidé de la biblia, de mis libros y mi guitarra, y corrí y corrí, y estuve solo.

Y allí en mi huida y desvarió Dios me encontró otra vez. Alguien puso un casset en mis manos y mientras escuchaba esa prédica en mi pequeño negocio que había improvisado Dios me dijo que todavía me amaba, que me perdonaba , tan sólo si yo estaba dispuesto a pedirle perdón otra vez. Si, otra vez. Me dijo que nunca se cansó de perdonarme, que siempre me estuvo esperando y que ÉL ahora venía por mí. Entonces caí , caí de rodillas y le pedí perdón otra vez, una vez más. Le dije que pensé que estaba cansado de mi y de mis pecados, le dije que pensaba que ya no era digno de llamarme su hijo. ÉL no me dejó terminar, me abrazó y me perdonó y comencé otra vez.

En ese momento quizás no sabía lo que hacía. Mientras escuchaba esta prédica sólo lloraba y me dejaba llevar por su voz… que me perdonaba , que me estaba esperando y que puedo comenzar otra vez. Ya estaba cansado de correr y decidí tratar otra vez y volví a ÉL.

Han pasado muchos años desde que comencé otra vez, desde que me perdonó. Ha sido un camino muy largo, todavía de confusión y tropiezos otra vez, de caídas y levantadas mil, pero ÉL no se ha cansado de mi. ÉL sigue trabajando conmigo todavía. Me dio un nuevo país, me dio una esposa, casi perfecta, mi idónea, que todavía se sonroja cuando me ve llegar todos los días a casa, me dio mi hijo hermoso, inteligente y obediente , me dio una Iglesia donde le sirvo todo lo que puedo y de la manera que pueda, otra vez agarré mi Biblia, otra vez agarré los libros, otra vez a tocar mi guitarra . Su amor me cautivó.

Jamás volveré a correr. Toda mi vida le serviré. Todavía soy el mismo de antes, todavía corre agua debajo del puente, todavía mi carácter se revela a su voluntad, todavía mis pasiones me asaltan, pero en ningún momento dudo de su amor,  Cuando me siento indigno me declaro digno,  cuando me siento pecador me declaro y redimido, cuando me siento débil me declaro fuerte, cuando me siento inmundo me declaro santo, por la preciosa sangre de Jesús, cuando quiero correr, corro hacia él. El siempre está allí para mí. Él lo hizo todo por mí.

Quizás piensas que ÉL se cansó de ti. Quizás piensas que ya no hay solución . Mentira! El pagó con su vida tu rescate. Vales todo para ÉL. Si estás lejos regresa pronto. Te está esperando. Si quieres correr, corre hacia ÉL. Acepta su amor y su perdón. Quédate a su lado, no corras más. A su tiempo y como ÉL sabe te levantará y pondrá en alto.

Agregue un comentario

Su dirección de correo no se hará público. Los campos requeridos están marcados *